Carlos Ruiz Zafón
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 El coleccionista de dragones

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Ángel Blanco
Administradora del Cementerio de los Libros Olvidados
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Ángel Blanco


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MensajeTema: El coleccionista de dragones   El coleccionista de dragones Icon_minitimeSáb 15 Sep - 10:52

Diez años (y millones de ejemplares) después de “La sombra del viento”, el escritor barcelonés retorna al Cementerio de los Libros Olvidados con “El prisionero del cielo” (Planeta), una obra mucho más cercana al original que el segundo título de la saga, “El juego del ángel”. texto SERGI DORIA foto MARTA CALVO

Se cumple una década de La sombra del viento. Desde la primavera de 2001, quince millones de ejemplares que Carlos Ruiz Zafón rescató en el Cementerio de los Libros Olvidados. Para entender la pujanza zafoniana no hay que desdeñar sus aficiones. Dragones, cómic, música… Los primeros le mantienen en conexión con la materia universal de los sueños y el emblema de la Barcelona gaudiniana que enmarcó una juventud lectora. El cómic, como el cine, le permite secuenciar escenas novelescas y encuadrar emocionalmente paisajes familiares. De los dragones barceloneses ama los de hierro forjado: brumosas historias sostenidas por una férrea estructura narrativa templada al fuego con humor y melancolía. Autores predilectos: el Charles Dickens de las Grandes esperanzas y el Stephen King de los misterios “monstruosos”. Lugares frecuentados: el pétreo Barrio Gótico y el umbrío Raval, aledaños de la Sagrada Familia, las torres burguesas de Pedralbes, el industrial Pueblo Nuevo y la playa del Somorrostro. Las dos montañas de la ciudad: el aristocrático Tibidabo y Montjuïc, cantera de evocaciones funerarias. Con El prisionero del cielo, tercer título del ciclo del Cementerio de los Libros Olvidados, el escritor pone a sus lectores al borde del anhelado desenlace.

Como el mejor Orson Welles

Nos conocimos en el Hotel Condes de Barcelona en 2001. Usted vestía camisa hawaiana con un dragón prendido. ¿Cómo contempla, una década después, el fenómeno de La sombra del viento?

He aprendido muchas cosas y he tenido la buena suerte de poder continuar con el proyecto de escribir estas cuatro novelas del ciclo del Cementerio de los Libros Olvidados. Diez años que han pasado volando, lo cual asusta un poco, porque un día te das cuenta de que ya no tienes edad para la camisa hawaiana y aun quedan mucho hacer. La sombra del viento llegó en un buen momento. Llevaba tiempo dedicado exclusivamente a escribir y supuso ese punto de inflexión que, imagino, muchos escritores, al menos aquéllos con suerte, experimentan en algún momento: se dan cuenta de que por fin pueden empezar a escribir lo que quieren escribir de verdad y ganarse la vida, en vez de escribir lo que otros quieren que uno escriba. Esa novela marcó para mí esa frontera… Espero que dentro de diez o veinte años podamos sentarnos a mirar atrás y pensar que el camino valió la pena. Yo prometo volver con camisa hawaiana, aunque usted va a tener que dar un poco de color a su vestuario, porque siempre va muy serio y no quiero ser el único que dé la nota.

Stephen King lo sitúa en la tradición de la gran novela gótica y afirma que cada escena parece concebida por el mejor Orson Welles… Cuando culmine la tetralogía, ¿se planteará una adaptación cinematográfica o una serie televisiva?

No lo creo. Nunca he querido trasladar estas novelas a ningún otro medio. Son obras centradas en el mundo de la literatura, de los libros, del lenguaje, de la experiencia de la lectura, de la escritura… Están bien como están y no siento el deseo de venderlas o transformarlas en otra cosa. No creo que sea necesario que todo se convierta en películas o series de televisión. No hay nada malo en ello, por supuesto, pero creo que a veces está bien que un libro sea un libro y punto. El éxito de estas novelas es un tributo a los lectores, a la gente que quiere y aprecia los libros y lo que representa. Aunque pueda parecer ingenuo me parecería traicionar la esencia de lo que estos libros son para mí al venderlos o usarlos como excusa para hacer películas o televisión o videojuegos o lo que fuese. Nada puede contar una historia, explorar unos personajes y un universo con la riqueza, profundidad y complejidad de una novela. La luz, las texturas, la imaginería y la puesta en escena están allí, en dolby stereo y alta definición, escenificadas en la cabeza del lector: la mejor versión de la historia posible.

Comenzó escribiendo literatura juvenil y sedujo a miles de lectores. ¿Fue un buen entrenamiento para alcanzar la cima en las novelas para adultos?

Fue un camino de formación, de aprendizaje; también, un modo de encontrar poco a poco mi lugar en la profesión. Mi intención no era hacer carrera como escritor juvenil. No me consideraba capacitado. Empecé en ese género porque, por casualidad, la primera novela que publiqué (El príncipe de la niebla, allá por el año 1992) tuvo cierto éxito y, cuando empiezas en este oficio y te das cuenta de lo difícil que es sobrevivir, si tienes la suerte de obtener un pequeño éxito te da reparo abandonar el lugar donde lo has encontrado. Por ese motivo continué explorando ese camino, aunque interiormente me sentía un impostor: no creía que ése fuese mi género ni la trayectoria que me correspondía. Llegó un momento, alrededor de 1999, en que me di cuenta de que llevaba años escribiendo lo que otros pensaban que debía escribir. No había tenido la valentía de coger el toro por los cuernos y ponerme a escribir lo que realmente me apetecía.

En Marina está el germen de La sombra del viento. La novela apareció en 1999 como juvenil y luego ha sido editada para adultos…

Marina fue un punto de inflexión. Me di cuenta de que la novela se iba transformando en otra cosa y de que no podía ni quería seguir escribiendo novelas etiquetadas como “juveniles”. Decidí que sería mi despedida del género y que luego tendría que encontrar mi propio camino. Esa experiencia supuso un paso importante, sin el cual nunca hubiera sido capaz de dejarlo todo e ir a por lo que realmente deseaba hacer. Poco después empecé a trabajar en La sombra del viento.

El turbio juego de la vida

Usted reside en Los Ángeles. ¿Qué ventajas e inconvenientes detecta cuando compara la sociedad norteamericana y la española?

Son sociedades diferentes, por supuesto, y me resulta muy difícil compararlas. En algunos aspectos presentan similitudes, en otros no. Para mí lo interesante está precisamente en disfrutar de lo bueno que tienen la una y la otra. Una de las cosas que uno descubre cuando vive en diferentes lugares es que, en el fondo, las diferencias son muchas menos que las similitudes. La naturaleza humana no cambia; aunque las circunstancias históricas y sociales de cada lugar parece que pinten escenarios muy diferentes, te acabas dando cuenta de que nos parecemos todos mucho más de lo a veces nos gusta creer.

¿Qué destacaría de El prisionero del cielo respecto a obras anteriores?

El prisionero del cielo se parece más a La sombra del viento que a El juego del ángel en el tono y experiencia lectora. Es una novela dinámica, para que el lector disfrute, y que intenta aportar emoción, aventura, humor, magia y romance. Es mucho más ágil y amable que El Juego del ángel, por ejemplo: el trago más oscuro y difícil del cuarteto. Por otro lado, permitirá a los lectores reinterpretar y redescubrir El juego del ángel y La sombra del viento con otros ojos. Todo aquello que algunos lectores encontraron confuso o ambiguo en El juego del ángel, su final, su significado… todo queda aclarado y dimensionado en El prisionero del cielo. Otro aspecto importante es que ésta es la novela de Fermín Romero de Torres. Daniel y su amigo regresan a la acción y la historia retoma los hilos que quedaban abiertos al final de La sombra del viento, pero esta vez Fermín es protagonista: las circunstancias que han conformado al personaje y lo han llevado a ser quien es quedan reveladas por fin.

Ha tardado menos tiempo que el que transcurrió entre La sombra del viento y El juego del ángel… ¿Es un itinerario prefijado?

Es un paso en el ciclo. Siempre pensé que el momento más difícil, tanto para mí como novelista como para los lectores que siguen este ciclo, sería la segunda entrega, El juego del ángel… A partir de ahí, los acontecimientos y la acción se precipitan: todo empieza a encajar y la historia cobra impulso. Me apetecía salir del túnel oscuro de El juego del ángel y volver con Daniel y Fermín a una aventura nueva y, a la vez, conectada con el resto de este universo. Cruzado el ecuador, la carrera se hace más emocionante, tanto de escribir como de leer, a medida que se acerca el gran final.

Tomamos una frase de El prisionero del cielo: “Hay épocas y lugares en los que no ser nadie es más honorables que ser alguien”. ¿Qué opina de la crisis que padecemos?

Preocupante e inquietante. La historia esta llena de momentos terribles. Momentos confusos que parecen abrir la puerta de una deriva hacia algo que nadie sabe muy bien a dónde conduce. Creo que estamos en uno de esos momentos; lo que está claro es que las aguas están revueltas y que lo que flota no pinta demasiado bien.

En El juego del ángel aparecía el demoníaco Corelli y ahora nos las tenemos con Mauricio Valls, jerarca franquista de muy turbio pasado. ¿Piensa en algún personaje real a la hora de caracterizar al malo?

No particularmente. En el caso de Valls, un villano muy peculiar, hay muchos aspectos en su compleja personalidad. Engloba muchas de las cosas que vemos en nuestra sociedad, en los mecanismos del poder, de la vida publica, de la “versión oficial” de las cosas que se nos quiere vender… Me parecía muy interesante construir un personaje en el que vamos a encontrar y descubrir buena parte de las turbias reglas del juego de la vida.

Sus novelas están repletas de referencias literarias. En esta entrega alude al Cuento de Navidad y El conde de Montecristo… ¿Qué tres títulos recuperaría del Cementerio de los Libros Olvidados?

Se me haría imposible. La historia de la literatura es tan rica y está tan llena de tesoros que merecen salvarse que, si entrase en ese cementerio a salvar tres, creo que me pasaría tres mil años intentando decidirme.

Pero en 2012 celebramos el bicentenario de Dickens. Una obra para ir haciendo boca…

Casa desolada, por ejemplo.

En la recta final

Repasemos algunas de las valoraciones sobre sus novelas: fenómeno de la literatura popular, erudito y accesible, ecos de Eco y Borges, magia y suspense, combinatoria de estilos, absorbente, Dickens de Barcelona, habilidad visionaria, aliciente para los jóvenes lectores… ¿Cómo ha acogido todos esos piropos?

Creo que, los “piropos” o las opiniones sobre su obra, un escritor los tiene que dejar tranquilos, respetarlos pero no prestarles demasiada atención. Forma parte del proceso de poner en circulación pública cualquier obra de creación. Se generan opiniones, circunstancias, se dice esto y lo otro… El escritor debe mantener la objetividad sobre su propio trabajo, ser su primer y último juez, responder ante uno mismo sobre si ha cumplido con los objetivos que se había propuesto. Al final del día uno se queda a solas con su conciencia y así debe ser. Los piropos los agradezco y las opiniones las asumo, pero uno debe mantener su propio radar: saber de dónde viene y adónde va sin esperar que los demás se lo tengan que decir.

¿Y la relación con los lectores?

Me siento extraordinariamente afortunado por la generosidad que los lectores de todo el mundo me han dispensado. Posiblemente, donde más lectores y más interés suscita mi trabajo es en Europa y Estados Unidos, pero hay muchos otros países en los cinco continentes donde no deja de sorprenderme el éxito y la buena recepción de los libros. En el fondo, los lectores del mundo son una nación en sí mismos, sin pasaportes ni más bandera o escudo que el amor por la literatura y por la experiencia de leer, del lenguaje y las ideas. Allí donde estén es lo de menos.

¿Y con quienes envidian su éxito? ¿Sigue teniendo que pedir disculpas por ser autor de un best sellers?

En la vida y en la literatura las envidias, si las hay, son algo que concierne y define a quien las siente, no a quien las recibe. Las envidias y los celos son transparentes. Es un tema en el que dejé de pensar hace ya mucho tiempo. Posiblemente quien mejor lo definió fue Cervantes en el Quijote: “Ladran, luego cabalgamos.”

Constantemente le invitan a hablar de sus libros. ¿Le crea problemas de concentración?

Yo ya me desconcentro solo, sin ayuda de los demás. Intento evitar este tipo de funciones públicas y dedicarme a lo mío. La parte del oficio que me hace disfrutar es la creación, la escritura… Luego hay otra parte: la de asomarse a la galería y hablar, normalmente con poca fortuna, de lo que uno hace… No es mi terreno, la verdad.

Usted es un gran coleccionista de dragones… ¿Con cuál se quedaría de los que ha reunido hasta ahora?

Hace años que colecciono estos pequeños monstruos y me costaría elegir. Piense usted que debo tener cerca de quinientos, entre una cosa y otra. Cada uno tiene su historia y todos son parte de una pequeña comunidad dragona que va creciendo y donde intento no aplicar favoritismos.

Además de escritor toca muy bien el piano. ¿Ha compuesto alguna pieza musical, como ocurrió con La sombra del viento?

Gracias por lo de “muy bien”, pero creo que se pasa usted de generoso. Me defiendo, que con el piano ya es mucho. La música y los libros son mis debilidades en esta vida, y me divierte componer para mí, para mis historias… A pocos metros del escritorio tengo el piano y a menudo me acerco allí mientras escribo. Compongo pequeñas piezas que asocio a los personajes, a las escenas… En el caso de El prisionero del cielo recopilé más de dos horas de música original sobre la historia. Son piezas sin pretensión alguna: si a los lectores les intrigan siempre podrán encontrarlas en alguna de las ediciones de forma gratuita o colgadas en mi web.

El prisionero del cielo destila una historia muy dialogada que nos conduce con velocidad a un desenlace que suena a “Continuará”… ¿Hará esperar a los lectores?

Confío en que no tengan que esperar mucho. La historia ha entrado ya en la recta final y es cierto que existe esa tensión por dispararse hacia el desenlace y al gran final. También la siento yo como autor y me apetece regresar a ese mundo y poner toda la munición para el gran fin de fiesta. En ello estamos, intentando solucionarlo todo del mejor modo del que uno sea capaz.

Y otra frase, para acabar. “El destino no hace visitas a domicilio, hay que ir a por él”. Lo escribió Julián Carax. ¿Qué destino aguarda a Daniel y sus compañeros de viaje literario?

¡Ah, la pregunta del millón!. Tendrá usted que esperar al gran final que ya está muy cerca…

http://www.que-leer.com/16592/entrevista-a-carlos-ruiz-zafon.html
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