Carlos Ruiz Zafón
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 Capítulo 9º: CARRERA CONTRA LA MUERTE

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Ángel Blanco
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Ángel Blanco


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MensajeTema: Capítulo 9º: CARRERA CONTRA LA MUERTE   Capítulo 9º: CARRERA CONTRA LA MUERTE Icon_minitimeSáb 12 Ene - 10:23

Tan pronto como el segundo jefe de bomberos Rick Picciotto comprende lo que significa el colapso de la torre Sur, ordena a sus hombres en la torre restante que lo abandonen todo y salgan a toda prisa. En esos momentos, casi todos los civiles que estaban por debajo del piso 96 en el instante del impacto en la torre Norte han podido ser evacuados. Los bomberos ya no pueden salvar a nadie más, excepto a sí mismos. Cada segundo cuenta. Se baten en retirada apresurada, llevando consigo a los últimos supervivientes. Al llegar al piso 12, Picciotto abre una puerta para encontrarse con cerca de setenta personas ordenadamente sentadas a sus mesas de oficina. No se lo puede creer. Les grita que salgan de allí inmediatamente. Sólo entonces advierte las sillas de ruedas y las muletas: son minusválidos. Picciotto y sus hombres se apresuran a rescatar a los minusválidos y a llevarlos escaleras abajo como pueden, en brazos o a peso. Algunos consiguen llegar al vestíbulo y salir del edificio. Picciotto está todavía en el piso 5 cuando oye el terrible rugido de nuevo, pero, esta vez, sobre él y sus hombres.

Veintinueve minutos después de que su gemela cayó para siempre, la torre Norte empieza a desplomarse sobre sus cabezas. Picciotto calcula que le quedan unos diez segundos de vida. Al instante, un huracán ensordecedor desciende del cielo a toda velocidad y arrastra a Picciotto y a sus hombres sin piedad escaleras abajo.

El diluvio de escombros aplasta ambulancias, camiones de bomberos, coches de policía, y los transforma en sábanas de metal catapultadas a cinco pisos de profundidad. En unos instantes, la estructura contigua del hotel Marriot se comprime de veintidós pisos a tres. Olas de aire a presión arrancan coches del pavimento y los lanzan por los aires. La onda expansiva destruye las ventanas de varias manzanas a la redonda, e inunda apartamentos y oficinas con una ventisca tóxica de cemento, cristal, metal y carne pulverizada. La energía generada por esos segundos de caída apocalíptica creará incendios que arderán en el corazón de las ruinas de la tragedia durante meses.

Cuando Picciotto recobra el sentido, está sumergido en una oscuridad absoluta y no sabe si muerto o vivo. Trescientos cuarenta y tres de sus compañeros del departamento de bomberos ya no podrán hacerse esa pregunta. Aturdidos, Picciotto y algunos de sus hombres no sospechan que han sido salvados por un milagro. Mientras algunos habían conseguido ganar el vestíbulo de la torre, ellos iban rezagados a causa de una víctima que escoltaban, Josephine Harris, una abuela que había conseguido descender desde el piso 73. Al desplomarse los ciento diez pisos sobre ellos se ha formado milagrosamente una caverna de escombros que albergará a once personas. No pueden encender una cerilla porque el olor a gasolina los rodea. Tienen que esperar en la oscuridad. La espera puede ser de minutos, horas o eterna.

Cuando finalmente sean rescatados y vean la luz de nuevo, comprenderán que deben la vida a haber intentado salvar a aquella pobre dama lenta y exhausta que apenas podía con su alma escaleras abajo. Si la hubiesen dejado atrás para huir a toda prisa, estarían muertos. Días después, los bomberos que han renacido de las cenizas gracias a esa frágil dama le regalarán una chaqueta de bombero decorada con un gran dragón verde, símbolo de su cuartel en Chinatown, y la siguiente inscripción: «Josephine, nuestro ángel de la guarda.»
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